Cada vez me gustan más los lugares anónimos, sin nombre fotográfico consagrado, paisajes y rincones que están fuera de la «lista de obligados», aún deseando ver los más bellos del planeta,
los lugares anónimos, los espacios sencillos me exprimen, me invitan a buscar, a ver como ese paraje sin apellidos se puede convertir en un simple momento de emoción.
Las composiciones son más libres, sin influencias ni «contaminación» de otras imágenes que podamos haber visto de ese lugar como sucede con los lugares más conocidos, de forma automática ya tenemos por lo menos una imagen en la cabeza como posible
Da igual que sea en un gran paisaje o en un pequeño rincón
en esos momentos también son especiales.